viernes, 18 de junio de 2010

Senegal: vidas en suspenso en Casamance

Los enfrentamientos que tuvieron lugar en Casamance durante los últimos años han causado el desplazamiento de miles de personas. El CICR ayuda a sobrevivir a las más vulnerables. Todos anhelan volver algún día a su hogar.

En septiembre de 2009, la violencia armada obligó a los mil habitantes de Baraf a huir de la aldea. Los pobladores, en su mayoría agricultores, tuvieron que escapar y abandonar sus viviendas, sus tierras y sus huertos. A partir de ese momento, se sumaron a los grupos de desplazados que residen en la ciudad de Ziguinchor y sus alrededores. El número de personas desplazadas ha aumentado drásticamente debido a la inseguridad que afecta a esta región de Senegal desde hace más de dos décadas.

Kaoussou Sagna apoya su bicicleta contra el tronco de un árbol de mango. La bicicleta es todo lo que pudo llevar consigo cuando dejó su hogar. Ahora, vive en la aldea de Bourofaye Diola, situada muy cerca de Baraf pero en una zona libre de minas, junto a unas doce familias procedentes de Baraf que se instalaron allí a esperar que la situación mejore. "Vinimos aquí porque conocemos a la gente y sabemos que todos están dispuestos a ayudarnos", explica Kaoussou. Los residentes de Bourofaye Diola han hecho un poco de lugar para acoger a sus vecinos.

Contaminación por minas

Mariama Coly vive ahora con su esposo y sus ocho hijos en la casa de su prima, en Ziguinchor. La familia tenía tierras de cultivo y huertas en Baraf, y una pequeña casa que ellos mismos habían construido. Cuando se oyeron los primeros disparos, estaban trabajando en el campo. Creyeron que los enfrentamientos terminarían pronto, pero, al final, tuvieron que huir como los demás pobladores.

Mariama fue uno de los primeros residentes desplazados que se arriesgó a regresar para echar un vistazo. "No soportaba no saber qué había pasado con nuestra casa, nuestras tierras, nuestra vida", dice. En su viaje a la aldea, tuvo que insistir mucho para que la dejaran cruzar todos los puntos de control y superar otros obstáculos, todo ello sumado al riesgo, siempre presente, de las minas y de los artefactos sin estallar. "Lo hice para ver si podíamos regresar", explica Mariama. Lo que encontró fue la casa dañada, con el techo parcialmente derrumbado, y la cosecha quemada.

Sobreviviendo

Ahora, han empeorado las condiciones de vida de todos. Estos agricultores solían cultivar sus tierras con la ayuda de sus esposas e hijos. Consumían lo que necesitaban y vendían o guardaban el resto. Hoy, sobreviven lo mejor que pueden, en una economía sumamente afectada por la violencia. Las mujeres ganan algún dinero vendiendo productos en los mercados, mientras que los hombres realizan trabajos agrícolas ocasionales.

Casamance es una zona fértil y la agricultura es la principal fuente de ingresos. Pero, en Baraf, ya no hay agricultura. Las aves de corral, las cabras y las ovejas se han esfumado. "Todo lo que teníamos desapareció", dice Jean-Marie Sambou, que huyó de Baraf, el lugar donde nació, para refugiarse en Bourofaye Diola.

El CICR estima que 40.000 personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares en Casamance. Unas 10.000 personas desplazadas viven en Ziguinchor. Los "nuevos desplazados" de Barafa se suman a los "antiguos desplazados", algunos de los cuales no han podido regresar a su hogar en más de diez años.

Ayuda para las personas más afectadas

En el marco de su cometido de proteger y asistir a las personas afectadas por conflictos armados y otras situaciones de violencia, el CICR presta ayuda a la población de Baraf desde su oficina en Ziguinchor.

En el mes de abril, en colaboración con la Cruz Roja Senegalesa, el CICR realizó un estudio destinado a identificar a las familias más necesitadas. La proximidad de la estación de las lluvias hacía más urgente conocer estos datos. Los criterios aplicados en el estudio abarcaban la alimentación, la asistencia médica, la educación infantil, la vivienda y el tamaño de la familia. Con la ayuda del jefe de la aldea, se identificaron 52 familias y se evaluó su situación.

A fin de satisfacer sus necesidades básicas, el CICR recientemente proporcionó a cada familia arroz, frijoles, aceite comestible, láminas de plástico, mosquiteros y baldes.

Los desplazados residentes en Baraf están agradecidos a las familias que los han acogido. Pero, pese a la calurosa bienvenida que recibieron y a la armonía que reina entre ellos y sus anfitriones, su deseo es regresar a su hogar. "La gente ha sido buena con nosotros", dice uno de los desplazados, "pero de todos modos, nos sentimos como en la cárcel, y estamos ansiosos por salir en libertad".

Fuente: Reportajes CICR, 15-6-2010 www.icrc.org

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